Mayo 8, 2016
Uno de mis grandes problemas es que no doy terceras oportunidades. Nunca tuve una gran sensibilidad o voluntad para entender poesía, Emily Bronte y las suyas no imponían una marca en mi regocijo literario. De esta manera demoré durante años el poder disfrutar de su poderosa Cumbres Borrascosas.
Tal vez esto me suceda con la Revista Barcelona. No puedo decir nada malo de ella, ya que no pasé de dos ejemplares. En estos, solo noté que Barcelona pretende electrizar a sus seguidores con títulos provocativos. ¿Provocativos en este siglo? Sus subtítulos nos indican que simplemente no va a ser lo que se anuncia, como en las viejas comedias donde un actor tiraba su línea anunciando que ahora llega el chiste. Barcelona no me provoca, no me hace pensar, no llega a un nivel de apetecible sarcasmo ya que es indirectamente directa. No es Humor ®, No es Satiricón, y por supuesto, no es The Onion o Charlie Hebdo. Barcelona olvida que, en nuestra Argentina de hoy, la realidad es más irónica y excitante que la ficción o la exageración.
Cuando intentaron conmocionar con la contratapa de la activista política Cecilia Pando superponiendo su cara en el cuerpo desnudo y maniatado de una modelo de alguna producción sadomasoquista de internet, sospeché que sus directores habían calculado el riesgo. Revistas como National Enquirer que anuncian a un Elvis sobreviviente, descansando en un hogar de ancianos en Hawaii a la vez que exponen el romance de Julia Roberts con algún visitante extraterrestre con cabeza de lagarto, hacen su trabajo. Cuentan las monedas. La venta es superior al juicio. De manera que Barcelona estaría preparada.
La juez Susana Nóvile falló que la revista Barcelona debe indemnizar a María Cecilia Pando con 40.000 pesos daños morales al publicar un fotomontaje en una contratapa que se burlaba de su encadenamiento frente al Ministerio de Defensa, en el mes de agosto del año 2010.
Ingrid Beck, responsable de la revista, mencionó que: "En ningún caso Nóvile considera que se trata de un caso de libertad de expresión. Lo más preocupante de este fallo no es la plata (que no tenemos) sino el precedente. Con esta jurisprudencia, los que hacemos sátira vamos a terminar editando en la clandestinidad"
El actor Gerardo Romano demandó a la casa editorial Perfil, tiempo atrás, por una portada en la que lo encontraba maquillado y cuestionando su sexualidad en otro claro fotomontaje. Seguramente se respeta la libertad de expresión de una publicación. De hecho, ambas ganaron las calles, se difundieron y se expresaron. En estos casos, Romano y Pando, se expresaron también, su descontento, en tribunales.
Fabian Kussman
PrisioneroEnArgentina.com