En 1994, aproximadamente 800.000 ciudadanos de Ruanda fueron asesinados en el espacio de 100 días.
Si bien Ruanda posee un triste historial de violencia, la proporción y la celeridad de la masacre dejaron una herida abierta imposible de olvidar.
Cuando el avión que trasladaba al entonces presidente Juvenal Habyarimana -de la comunidad Hutu- fue derribado en las cercanías del aeropuerto de Kigali, se tomó como una provocación que despertó los asesinatos y mutilaciones.
La justicia francesa ha culpado actual presidente de Ruanda, Paul Kagame y algunos de sus colaboradores más cercanos para llevar a cabo el ataque con cohetes. En el momento de los hechos, Kagame era el líder de un grupo rebelde tutsi.
Kagame vehementemente niega estas acusaciones y señala que el atentado fue obra de extremistas hutus, con el fin de proporcionar un pretexto para llevar a cabo sus planes bien delineados para exterminar a la comunidad tutsi.
Sin importar quien fuera el responsable, en cuestión de horas diseminó una campaña de violencia que se extendió desde la capital hacia el resto del país. Durante tres meses, tutsies y hutos moderados (Hombres, mujeres y niños) fueron atacados, heridos brutalmente y asesinados.
La muerte del presidente fue un desencadenante, pero un fue la única causa del genocidio más grande de África en los tiempos modernos.
Las tensiones étnicas en Ruanda eran un problema corriente. Siempre hubo desacuerdos entre la mayoría (Los Hutus) y la minoría (Los Tutsis) La animosidad entre ellos venía escalando sustancialmente desde el período colonial.
Curiosamente, los dos grupos étnicos son en realidad muy similares - hablan el mismo idioma, habitan en las mismas áreas y siguen las mismas tradiciones-. Sin embargo, las características físicas tienen distancias. Los tutsis son a menudo más altos y más delgados que los hutus. De alguna manera, los primeros dando alguna muestra de orgullo, afirmando que eran descendientes de etíopes. Durante el genocidio, los cuerpos de tutsis fueron arrojados a los ríos, con sus asesinos diciendo que estaban siendo enviados de regreso a Etiopía.
Cuando los colonizadores belgas llegaron en 1916, produjeron documentos de identidad para clasificar a las personas en función de su origen étnico.
Los belgas consideraban a los tutsis superiores a los hutus. No es sorprendente que los tutsis dieran la bienvenida a esta idea, y durante los siguientes 20 años disfrutaron de mejores puestos de trabajo, más y mejores oportunidades educativas que sus vecinos.
Imagenes pueden afectar a la sensibilidad del espectador
El resentimiento entre los hutus y tutsis fue creciendo gradualmente, culminando en una serie de disturbios en 1959. Más de veinte mil tutsis fueron asesinados, y muchos más debieron huir a países vecinos (Burundi, Tanzania y Uganda)
Cuando Bélgica renunció al poder, concediendo la independencia de Ruanda en 1962, los hutus tomaron su lugar. Durante las décadas siguientes, los tutsis fueron retratados como los chivos expiatorios de todas y cada una de las crisis que azotaron al país.
Esto era una pintura ligera de Ruanda años antes del genocidio. La situación económica empeoró y Juvenal Habyarimana, comenzó a perder popularidad.
Al mismo tiempo, los refugiados tutsis en Uganda - apoyados por algunos hutus moderados - estaban formando el Frente Patriótico Ruandés (FPR), encabezado por el Paul Kagame. Su objetivo era derrocar Habyarimana y asegurar su derecho a regresar a su tierra natal.
Habyarimana eligió explotar esta amenaza como una manera de traer de vuelta a los hutus disidentes a su lado, y los tutsis en Ruanda fueron acusados de ser colaboradores del FPR.
En agosto de 1993, después de varios ataques y meses de negociaciones, se firmó un acuerdo de paz entre Habyarimana y el FPR, pero esto fue poco para detener la agitación continua.
Cuando el avión de Habyarimana fue derribado a principios de abril de 1994, todo se precipitó. Exactamente quién mató al presidente -y con él, al presidente de Burundi y muchos miembros principales del personal gubernamental- no se ha establecido, pero el efecto fue instantáneo y sumamente catastrófico.
En Kigali, la guardia presidencial de inmediato inició una campaña de retribución de gentilezas. Los líderes de la oposición política fueron asesinados, y casi de inmediato, comenzó la masacre de tutsis y hutus moderados.
En cuestión de horas, los reclutas fueron enviados por todo el país para llevar a cabo una ola de muerte. Bandas organizadas de soldados gubernamentales y las milicias se hicieron paso a través de la población tutsi con machetes, o accionando explosivos en las iglesias, donde se habían refugiado. Muchos sacerdotes abrieron las puertas de sus parroquias avisando a la milicia hutu para que estos dispusieran de esos destinos.
Alentados por la guardia presidencial de la propaganda y la radio, soldados incitaban a los ciudadanos comunes a participar en las matanzas. En algunos casos, los civiles hutus fueron obligados a matar a sus vecinos tutsis por personal militar. Sacerdotes y monjas tambén sembraron odio y violencia.
Los ruandeses fueron dejados solos en gran medida por la comunidad internacional. La mayor parte de las tropas de la ONU se retiraron al comienzo del conflicto, tras el asesinato de 10 soldados.
El día después de la muerte de Habyarimana, el RPF renovó su asalto a las fuerzas del gobierno, y los tibios intentos de la ONU para negociar un alto el fuego terminaron sin resultado.
Por último, en julio, el RPF capturó Kigali. El gobierno se derrumbó y el FPR declaró un alto el fuego.
Tan pronto como se hizo evidente que el RPF fue victorioso, un estimado de dos millones de hutus huyeron a Zaire (ahora República Democrática del Congo). Estos refugiados incluyen muchos de los que ya han sido implicados en las masacres.
En un primer momento, un gobierno multiétnico se creó, con un hutu, Pasteur Bizimungu como presidente y Kagame como su adjunto. Pero la pareja más tarde se disolvió y Bizimungu fue encarcelado, acusado de incitar a la violencia étnica, mientras que Kagame se convirtió en presidente.
A pesar de que la matanza en Ruanda había terminado, la presencia de milicias hutus en el Congo ha llevado a años de conflicto allí, causando hasta cinco millones de muertes.
Las fuerzas de paz mas grandes e importantes del mundo han fallado en su busqueda de cese de violencia. Las Naciones Unidas y el Vaticano parecieran siempre mirar hacia otro lado y llegar a las zonas de conflicto cuando ya no hay soluciones.
P.E.A.