Jorge Bernabé
Lobo Aragón
Octubre 29, 2015
NO TE RINDAS…
OPINIÓN
Cuando éramos chicos y corríamos carreras. Al más chico lo poníamos varios pasos adelante. Le dábamos cancha. Tantos más pasos cuando más chico era el corredor. Así es la vida de la persona con problemas. Necesita, tienen derecho a varios o muchos pasos adelante de los otros para correr en igualdad de condiciones. No le concedemos nada. Reconocemos en ellos un derecho elemental de los más elementales de los derechos humanos. Para poder ganarse la vida, el ciego, el amputado, el débil mental por cualquier causa, el sordo, el mudo, requieren muchos pasos de ventaja. ¿Puede un sordo, un mudo, un ciego manejar una computadora? Pues enseñémosle y que lo hagan como el mejor, con orgullo. Pero enseñémosle. No quieren limosna, no quieren favores, quieren ejercer el derecho elemental a trabajar. Quieren ser capaces de sostenerse a si mismos y sostener una familia. Y digo computadora como podría decir mil cosas distintas. Desde traducir Braile a estudiar una carrera independiente. Desde música a artesanías pasando por distintos profesorados. Cuando tenemos el problema en casa recién reaccionamos. ¿Cuánto cuesta una operación de ojos o de oído o de cerebro, cuanto cuesta una pierna ortopédica o una silla de rueda especial? Conocemos a genios que se levantaron sobre sus disminuciones físicas o mentales por que tuvieron los medios para hacerlo. ¿A cuánto de ellos perdemos, desperdiciamos…? ¿…De cuantos cerebros nos privamos? No es caridad. Aun cuando no tendamos responsabilidad sobre la suerte del otro, la religión nos impulsa hacia él por el mero hecho de ser un prójimo, con el que nos une la caridad. La caridad en el uso corriente, suele confundirse con limosna y así se rebaja a protección humillante la más excelsa de las virtudes, la que mejor expresa el señorío del hombre sobre el dolor y la suerte. Y, más allá del plano afectivo, en el de la estricta justicia, la recuperación de los minusválidos y su rehabilitación es un objeto del bien común, cuya custodia se confía a los gobernantes y se encuentra amparada por garantías constitucionales. La incapacidad para realizar ciertas tareas no les impide asumir otras con la misma eficacia que cualquiera, con lo cual, al mismo tiempo que se recupera un miembro de la sociedad, se beneficia a esta con el aporte de fuerzas antes pasivas o gravosas. La solidaridad con el dicho “discapacitado”, por lo tanto, no puede circunscribirse al concepto de la beneficencia, ni siquiera cuando lo incluya, pues está ligada al interés público y no es algo que se obtiene pidiendo sino algo que se tiene el derecho de reclamar. Cuando el que recibe da, la idea de favor desaparece.Es obligación la de velar por ellos, como por los niños y las madres necesitadas y los ancianos. No creo que Dios justifique a un pueblo que olvida a los débiles.
Dr. Jorge B. Lobo Aragón