No ser vigilante
“Yo no soy vigilante” debe ser la expresión más cobarde concebida en Argentina. Cuando vomitamos la frase, no consideramos que en ese concepto está envuelto un individuo que está realizando un acto de maldad, un error grande, una ofensa que quedará en el anonimato. En contrapartida, hay una persona que sufre las consecuencias. Por supuesto, “yo no soy vigilante” se aplica si y solo si, mientras los perjudicados no somos nosotros.
Cuando un ex intendente de un pueblo imaginario (Digo, solo para la salud de este argumento… Pinamar, Argentina) hace desaparecer médanos enteros para sustraer arena y comercializarla, los vecinos del lugar son los perjudicados. Cambia el paisaje, afecta al medio ambiente, conmueve la ecología.
El ex intendente de un pueblo ficticio, Larroque para dar un nombre al azar -como ejemplo- decide (¿Por precaución?) ampliar un estimado de una obra para mejoras en el lugar y elevarla 13 millones de pesos por sobre el costo original. Mala administración, sin dudas. No podríamos sospechar que intentó guardar un resto en sus bolsillos. Esta equivocación en sus funciones tiene como víctimas a quienes pagan los impuestos.
En el momento que un patotero, veremos, ¡un nombre… siempre la presión de dar un nombre! Juan Cabandié, para no usar el tradicional Juan de los palotes, increpa e insulta a la autoridad competente mientras cometía una infracción de tránsito, alguien sufrió las consecuencias de estos actos: El propio gendarme cumpliendo con su deber, fue suspendido. Seguramente cuando el funcionario fue a visitarle, disculparse y cubrir el hueco de los ingresos nulos de esta persona en desgracia, se habrá sentido contenido. Pero, no seamos vigilantes, ya que, por un acto de corrupción, de ventajismo, de abuso de poder, nosotros no nos perjudicamos. Son solo “los otros”.
“Yo no soy vigilante” u otra traducción tumbera “Yo no soy botón” termina donde comienzan nuestras desgracias.
La próxima vez que estacione mi auto en un lugar restringido, le explicaré al inspector de tránsito que fueron solo dos minutos y maldeciré a este hombre cuando dejé la fresca boleta de multa latiendo en mis manos. Si alguién le avisó y "fue vigilante" tal vez tenga la oportunidad de explicarme, que mientras yo ocupaba ese lugar prohibido, una joven mujer en sillas de ruedas debió recorrer cincuenta metros para acceder a la rampa más cercana.
Fabian Kussman
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 12, 2016