Viaje de un Largo Día hacia la Noche
El Largo viaje del Proyecto hacía la República
En 1983, las calles que rodeaban el obelisco de Buenos Aires eran una especie de ágora para los habitantes de Buenos Aires. Como oyente de algo oculto, me aproximaba a esas mini reuniones parecidas al intercambio de estrategia de juego entre un mariscal de campo de fútbol americano y sus compañeros de equipo. Allí se hablaba de la dimensión desconocida de la política argentina. Desde marxistas que nunca habían leído a Marx hasta los detractores de Marx, que preferían a Abbott y Costello. El obscurantismo y el azoramiento se respiraba desde lejos. Mi ignorancia y confusión me hacían mover mi cabeza como si fuera el concurrente más fanático de un partido de tenis, ante la catarata de opiniones. Aquellas que parecían tener un fundamento chocaban con las de aquel que solo negaba por negar. Era la rivalidad descarnada entre individuos que intentaban desmerecer al Justicialismo a costa de la sexualidad de Luder contra los que advertían que los radicales tenían en actividad a más de trescientos funcionarios durante el gobierno militar. No recuerdo rostros, ni voces tan lejanas. El dramaturgo español Alfredo Sanzol afirma que lo autobiográfico no se basa en hechos, sino en los sentimientos, y estos eran tan encontrados que era preferible alejarse y consultar a aquellos que sabían. Seguramente estos estaban en los partidos políticos tradicionales o en los emergentes. Las juventudes representativas tenían en sus manos los ecos de los mayores. Los peronistas ignoraban el recuerdo poco grato que María Estela Martínez de Perón había dejado en su paso por la presidencia y la bruma sobre el estado mafioso que la había rodeado aún impedía el tránsito. R.A. era una marca registrada, pero el aroma de tibieza, soberbia e indiferencia que caracterizaba a los correligionarios estaba expuesta. Ya advertimos más tarde que con la democracia no se comió, no se educó y no se curó, y la resultante es mi generación, imperante ahora. Eran tiempos en que los derechos humanos no eran una tienda de descuentos abierta las veinticuatro horas. Nadie poseía una idea de lo que sucedería, pero si el partido justicialista llegaba al poder, la mafia volvería. Si los radicales se alzaban con la victoria, los guantes blancos calzarían muchas manos.
Hoy las esquinas han sido reemplazadas por ese seminario de ebrios llamado salas de conversación de internet y los sentimientos, las sensaciones, son similares. Los peronistas se volcarán al crimen organizado y los PRO-Cambiemos-Radicales venderán el país al demoníaco imperialismo yankee. López Rega era un brujo y Macri recolecta brujos para exorcizar la residencia presidencial. No sabemos nada -pese a manejar una cantidad increíble de información- pero nos dejamos llevar por terceros. Leemos parte del título, sin analizar el contenido. Compramos la palabra sagrada y la palabra sagrada nos soborna rápidamente.
Durante mi época de estudiante en la Universidad de Central Florida (Si, algunas veces he asistido a clase) allá lejos y hace tiempo -cuando el sol salía por el oeste (aunque este no es un buen ejemplo, en verdad)- tenía a un viejo profesor en una de las materias más complejas para una persona que tiene adhesión a prejuzgar: Teorías morales y análisis de conceptos morales en bondad, derechos y obligaciones. Usted sabe, lo que fue aceptable ayer no lo es hoy, pero posiblemente sea correcto mañana, siempre y cuando pueda yo y solo yo dictar las reglas.
-¿Qué es exactamente lo que nos adjudica una identidad nacional? -disparó Joe Evans mirando sin una fija dirección por sobre sus lentes bifocales -¿Qué nos hace americanos?
-Haber nacido en América…
-No. Thomas Payne nació en Norfolk, en el Reino Unido, sin embargo, fue un político muy preocupado por las vías y modos de desarrollo de América.
Luego del incómodo silencio, alguien debía aportar alguna idea y por supuesto, ese alguien no sería yo. La voz vino desde uno de los estudiantes sentados en el lateral de la sala.
-Haber prestado servicios a la patria.
-Benedict Arnold prestó servicios a la patria, sin embargo, durante la guerra revolucionaria se pasó a las filas de los británicos. Robert Hanssen prestó servicios a la patria, hasta que comenzó a operar como doble espía por dinero.
-Amar a América -chilló un estudiante, creo que tratando de disimular su voz.
-Amar a América. Interesante y romántico -dijo Evans, examinando en el aire tal respuesta -Mi cuñado ama a América. Todos los años pasa sus vacaciones aquí. Pasa semanas, previamente, imaginando que lugares visitar y que circuito de rutas tomar para conocer tantos lugares como el tiempo le permita. De todas maneras, él es finlandés.
La falta de coraje para arriesgar alguna otra revelación y la escasa brillantez entre nosotros, los asistentes, creó esa atmósfera turbia casi irrespirable. Evans abandonó la confortabilidad de su sillón de cuero y caminó hacía el atril de madera oscura tratando de parecer más accesible, pero esto solo logró que las miradas se dispersaran
-La Constitución- afirmó – Ese viejo libro de reglas que nos asegura justicia, igualdad, derechos y obligaciones sin distinciones. Ese libro que acordamos respetar para proteger y protegerse, y que nos dice que -en caso contrario- debemos aceptar las consecuencias.
Pasa en las mejores familias y pasa en los países más desarrollados. Injusticias ha habido siempre. La peor de ellas es la encubierta. Thomas Jefferson decía: “La vieja práctica de los tiranos es usar una parte del pueblo para tener sometida a la otra parte”
¿Qué nos da la identidad nacional a los argentinos? Teniendo en cuenta que vivimos hoy en 1983 y que en 1983 vivíamos en el siglo anterior, sin bases, sin conocimiento, sin un plan o una meta, seguramente en pregonar que somos únicos y diferentes, pero sin admitir que pocos son especiales. ¿Es justo y conveniente desempolvar a Juan Bautista Alberdi? "Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Desde el Estado se nos alentó a consumir sin producir. Nuestras ciudades capitales son escuelas de vagancia, de quienes se desparraman por el resto del territorio después de haberse educado entre las fiestas, la jarana y la disipación. Nuestro pueblo no carece de alimentos sino de educación, y por eso tenemos pauperismo mental."
En la obra de Eugene O’Neill, El Largo Viaje del Día hacia la Noche, Mary -madre de familia- retorna a casa luego de estar internada para deshacerse de su adicción a las drogas. Allí se reencuentra con su esposo James y sus dos hijos. Las disputas familiares son constantes, hirientes y agobiadoras. Un vacío profundo se produce cuando el espectador se percata de que Mary no ha dejado atrás sus problemas con los narcóticos. El Largo viaje del proyecto argentino hacia la república nos revela que -también- poseemos adicciones a figuras tétricas, al dinero ligero, a los atajos poco claros.
Fabian Kussman
PrisioneroEnArgentina.com