Guapos devaluados
Por Marcelo Carlos Romero
Ya no caminan por los empedrados de Pompeya o del Abasto, ni lucen
filetes blancos en sus trajes oscuros.
Ya no suspiran por las curvas de la rubia Mireya ni se baten a duelo en
lo de Hansen o en el Palais de Glace.
Abandonaron para siempre el pañuelo al cuello y la navaja, y dejaron
los tangos de Gardel en el arcón de los recuerdos.
Hoy lucen sus cuerpos esculpidos merced al trabajo de mancuernas y anabólicos-esteroides.
Sus cerebros, inversamente proporcionales al desarrollo de sus músculos, deliran exclusivamente por lograr un encuentro sexual con alguna modelito de T.V., o por conocer personalmente a cualquier actor porno... Sus únicos ídolos.
Cuando llegan a sus casas -luego de sus agobiantes y productivas jornadas laborales- se regocijan recordando cuántas trompadas aplicaron a un adolescente molesto o cuántas patadas infligieron al jovencito moderno que osó desobedecerlos, o al ingenuo automovilista que se negó a pagar una "contribución a voluntad" al trapito que regentean.
Se visten todos iguales –pantalón negro, remera negra (rigurosamente, un talle menos), zapatos negros, medias negras, el pelo bien corto –con gel-, exagerando la postura de sus deltoides para aparentar una espalda gigantesca, y con los antebrazos siempre a noventa grados, para lucir sus biceps y triceps recién estimulados.
Valientes como ellos solos, atacan a sus víctimas de a tres o cuatro, con golpes de puño y puntapiés –si es en el suelo, mejor- y solamente cuando ven sangre, se permiten descansar sus pectorales y soltar el aire.
Militares de élite frustrados, fisicoculturistas fracasados, o simplemente idiotas, pululan en la noche, creyéndose sus dueños absolutos, sembrando el terror y una patológica admiración.
Lamentablemente es así, ya que estos personajes generan en jóvenes y adolescentes un sentimiendo dual: Por un lado son odiados...Por el otro son envidiados y – lo mas triste- imitados...
La falta absoluta de modelos y prototipos en el seno de la comunidad y la exacerbación de ciertas conductas criminales como algo "cool", genera un espacio por ellos aprovechado, instigando permanentemente a la violencia, al constante desquite, a la revancha.-
Son la clara muestra de una Argentina decadente y frustrante, donde el ocio improductivo es la bandera y los malos ejemplos, el estandarte.-
Son los tristemente célebres “patovicas”, encargados de la seguridad (¿?) en los locales de diversión nocturna, custodios de políticos, sindicalistas, empresarios, deportistas y artistas, regentes de "trapitos", líderes de las barras del fútbol, etc.-
En los últimos años han desfilado por Comisarías, Juzgados y Fiscalías de Instrucción varios cientos de estos corpulentos individuos, negando –por supuesto- toda intervención en cualquier suceso violento, argumentando “persecución”, “discriminación”, “injusticia”.-
Dentro de muy poco vendrán a Tribunales a denunciar lesiones en el pie o en el puño, producto de golpes contra cabezas imprudentes o costillas negligentes.
Lo más patético... Cuando llegan al Pretorio a prestar declaración frente al Fiscal o al Juez, lloran como niñas a las que les robaron sus muñecas...
Paradojas, que le dicen.
Marcelo Carlos Romero es Fiscal del Ministerio Público y Miembro de Usina de Justicia