El periodismo,
la corrupción y Lázaro Baéz
Opinión:
Seguramente nunca hemos vivido un período tan lastimoso como la anterior gestión de gobierno y que supuestamente se va aclarando en la administración actual en cuanto a la corrupción. Digo corrupción en general, refiriéndome al peculado, la coima, el soborno, el cohecho, la mentira como acostumbrada norma, las dádivas interesadas y pervertidoras. Una corrupción generalizada en toda la sociedad, pero que resalta, se hace más notable y es más dolorosa en los ámbitos de la administración pública, de los gobernantes y, peor aún, de la justicia.
Quizás lo que haga más afligente el actual estado de infección del cuerpo social, sea la actitud complaciente con que en algunos ambientes se lo considera. Se dice que corrupciones hubo siempre como si eso fuera suficiente justificativo y motivo convincente para que nos allanemos a tolerarlas. Es claro que sí: desde que Adán comenzó a pecar los hombres le hemos heredado su naturaleza pecadora; pero que seamos proclives a cometer faltas no significa que debamos ser condescendientes con quienes dan mal ejemplo, se roban los dineros que la comunidad necesita, se enriquecen administrando los favores que el Estado otorga indebidamente, niegan la justicia por favorecer a privilegiados. En una década a la que por las públicas inmoralidades se la ha calificado de infame, un legislador sorprendido en un cohecho, de vergüenza se suicidó. Había infamia, pero subsistía la vergüenza. Podría pensarse que ahora, para peor, la vergüenza ha desaparecido, y que por lo tanto la sociedad -desvinculada de la moral, del bien, de la verdad- se desbarrancara hacia miasmas putrefactos.
Una tendencia ligada a la modernidad, y que por lo tanto aparece como irresistible, como inevitable. Pero en un programa televisivo de abril del 2013 – hace más de tres años -, conducido por el periodista Jorge Lanata, aparecen unos personajes que parecían venidos de martes por su desfachatez. Un tal Federico Elaskar y Leonardo Fariña. Un pseudo empresario y un personaje de la farándula. Uno a través de un audiovisual y el otro a través de una cámara oculta admiten públicamente su participación en maniobras financieras realizadas para enviar a la banca suiza alrededor de 55 millones de euros en un lapso de seis meses y en el desvío de fondos públicos adjudicados a empresas de Lázaro Báez para la realización de obras públicas. Se empieza a develar el rol de los Báez y otros como testaferros de Kirchner y Cristina. Se produce la elección presidencial y pareciera que la sociedad argentina reacciona.
La gente -inquieta- se agita, se mueve, clama por justicia, exige justicia, conmina a los poderes públicos reclamando justicia. Y, a pesar de todos los obstáculos, algo de luz se va haciendo. Una luz que muestra panoramas tenebrosos, pero que es imprescindible examinar para demandar sanciones a los culpables. Se van descubriendo aspectos de la delincuencia que a gran parte de la sociedad le parecían inaccesibles. Nunca hubiéramos pensado que un enorme poder oculto conseguiría mantenerlos bajo su manto de oprobio. El pueblo indignado, con el apoyo de un lúcido periodismo -o el indignado periodismo, con el apoyo de un pueblo esclarecido, lo mismo da- va consiguiendo que la investigación avance. Por eso de este hecho periodístico, liminar, y por muchas más investigaciones periodísticas puede surgir un resultado beneficioso para la sociedad argentina. Existen innumerables medios independientes y periodistas en todo el país que nos está mostrando que a la corrupción hay que atacarla en sus madrigueras; que se puede reaccionar contra los males imperantes; que mientras queden magistrados probos no todo está perdido; que vale la pena golpear las puertas con vigor e insistencia; que hay que perseverar en la lucha por el bien, pues la maltrecha moral pública puede ser restaurada si la sociedad reacciona con la energía que las circunstancias reclaman. Bendito sea el periodismo libre e independiente por haber provocado, con su intervención la repulsión que en esta hora agita a los argentinos en contra de las inmunidades de los corruptos! No olvidemos que en este mes de junio que ingresamos se celebra el día del periodismo.
Dr. Jorge B. Lobo Aragón
Jorge B. Lobo Aragón es abogado penalista en ejercicio activo de la profesión. Tiene 59 años, casado y padre de seis hijos. Vive en San José, en Yerba Buena, donde ha residido casi toda su vida.