Día
Luego de la resolución favorable de prisión domiciliaria.
Aún en Ezeiza...
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Abril 29, 2016
Yo, Claudio
Yo, Claudio
La búsqueda del Claudio (10 AC – 54 DC) histórico dice que este fue relegado de la vida pública por sus familiares, hasta su repentino ascenso al poder a la edad de 49 años. Este ocultamiento se debía a varias disfunciones motrices o discapacidades físicas, incluyendo tartamudeo, renquera y una exasperante seguidilla de tics nerviosos, lo que le hacía aparecer en esos tiempos como un deficiente mental ante la sociedad. De esta manera, fue definido por los eruditos durante la mayor parte de la historia, en un pasado cercano.
Actualmente se cree que Claudio sufrió un tipo de hemiplejia cerebral, no parálisis infantil, como se describe en la excelente novela de Robert Graves (1895-1985) quien, al parecer, se habría tomado ciertas licencias literarias sin afectar la belleza de su narración, transformándose este autor en uno de los padres de la novela histórica.
Yo, Claudio Kussman
Claudio Kussman es rubio, alto, pero demasiado ordenado para calzar un solo zapato negro. Puedo adherir sin que se arruine mi ego devaluado que es buen mozo y delgado (Más aún ahora luego de cinco semanas de huelga de hambre). Pero eso es solo la parte superficial. La parte substancial se remite a sus códigos y a su palabra empeñada. Estos valores que merecen ser saludados, no son reconocidos en el mundo cínico que nos toca vivir. Aquí es cuando la veracidad debe contarse como realismo mágico. Ocho días después del voto favorable de prisión domiciliaria, Claudio Kussman -quién la “justicia” argentina debe haber inferido que se trataba de su homónimo de la familia de los Julio-Claudios o del personaje de la novela del autor inglés- aún caminaba en círculos (Como su destino) en una dependencia federal emulando al Billy Hayes de Expreso de Medianoche, marchando en la rueda, pero en sentido contrario. Billy Hayes no es un héroe ni un ejemplo. Claudio Kussman tampoco lo quiso ser. Actuó de manera limpia y cristalina pensando que el Poder Judicial se comportaría de la misma manera. Después de la desdicha burocrática, en la octava luna, la “justicia” no descansó. El nuevo impedimento era un Habeas Corpus presentado por terceros -buenos samaritanos- pidiendo el beneficio de arresto domiciliario y que, según el secretario de Derechos Humanos Leandro Massari, debería ser desestimado por el propio detenido (Es decir, si se hubieran recibido 365 Habeas Corpus de diferentes orígenes y autores, este escrito finalizaría en abril del año 2017) Este elemento que bloqueaba el traslado de Kussman a cumplir la prisión en su hogar había sido rechazado in limine por el doctor Patricio Santa Marina del Juzgado de Lomas de Zamora, no solo fuera de tiempo, sino que hubo un curioso incidente: Durante dos días (Una vez, catorce horas; la siguiente, once) un firmante fue trasladado a una sala de video-conferencias para corroborar el mismo. Por problemas técnicos, esta audiencia no fue llevada a cabo. Más curioso fue, cuando se recibió una cédula del juzgado actuante sosteniendo que el suscriptor del documento se había negado a corroborar sus dichos. Obviamente el escrito fue rechazado y enviado a apelaciones, donde -sin que tuviera relevancia- comenzó a impedir el siguiente paso: Ejecutar de una vez la orden de traslado a prisión domiciliaria. Este sinsentido comprometía el destino del prisionero ilegalmente arrestado. Si bien estas cadenas de sucesos ilógicos no me sorprendían, antes de emitir un exabrupto que avergonzaría a la mismísima diosa esperanta de los insultos, había que comunicarle este nuevo palo en el sistema al desamparado. La respuesta de Claudio Kussman no podía haber sido otra: “No. Siguen cometiendo ilegalidades”. El tema seguiría a través de una comunicación telefónica en la cual el detenido pidió hablar con el doctor Massari… quién no se encontraba disponible. Su interlocutor, el doctor Eduardo Álvarez -dueño de un extraño monólogo de introducción- culminó diciendo que el mencionado, importante y molesto Habeas Corpus no tenía nada que ver o no demandaba interferencia con la orden de traslado.
Varias conjeturas se cruzan ante este nuevo accionar de jueces y secretarios. La que suena con más ímpetu es la de un acuerdo de reciprocidad entre magistrados que cometen delitos civiles. Santa Marina sorteando los tiempos de respuesta de un Habeas Corpus y el juzgado de Bahía Blanca ocultándolo.
Meses atrás, con la causa bajo los designios de la efímera subrogancia de la juez María Gabriela Marrón, tuve una discusión con Leandro Massari. En ella el objetó mi acusación sobre que “la justicia no hace nada” por no tener fundamentos (¿Si la “justicia” argentina imputa a gente sin pruebas, por qué no puedo equivocarme como un simple ciudadano parcialmente desconocedor de la ley y del sentido común, e inferir lo mismo?) En realidad, mi consternación obedecía a que todas las solicitudes remitidas al juzgado no tenían contestación. Massari replicó argumentando que el trabajaba constantemente en la causa codo a codo con la juez Marrón. Ante esto culminé diciendo que no discutía el sudor derramado, sino la falta de resultados así estos fueran negativos para el prisionero. Lamentablemente, lastimosamente, desafortunadamente, dolorosamente, desesperanzadamente, penosamente, desdichadamente, desgraciadamente, el tiempo me dio la razón y en menos de dos meses después de la asunción como magistrada de la causa y siete días más tarde de mi conversación con Massari, la doctora Marrón pidió licencia por casi dos años para seguir los pasos de su esposo -agregado militar en América Central- abandonando a los presos de los cuales era responsable y dejando sus casos sin resolución. Es esta, una de las pocas veces en la vida que uno no se puede regocijar ante un acierto. Dejando de lado esta anécdota, este secretario de Derechos Humanos sabía que esa tan famosa desestimación de un Habeas Corpus no era necesaria y no puedo emitir un diagnóstico del porqué aferrarse a semejante herramienta solo para demorar una orden de la corte. ¿Fanatismo, incapacidad, complicidad, ignorancia sobre el significado de los Derechos Humanos universales?
La negativa de desistir de ese despacho por parte de Claudio Kussman, hizo que desde las mismas entrañas del juzgado se solucionara asombrosamente el enredo. El juez subrogante Héctor Plou -octavo magistrado asignado al caso en diecisiete meses y un día- firmó la desestimación con tiempos que el hijo del viento envidiaría, pero para consumar la orden de traslado, se quedó sin gasolina. Simple: La “ley” dilapidó todo un día de tiempos judiciales tratando de solucionar sus propias prevaricaciones, dejando de lado una orden federal y reteniendo a un ciudadano -una vez más- en calidad de secuestrado.
Fabian Kussman
PrisioneroEnArgentina.com