Cartas desde la Prisión
Por Jorge Muñoz
Prisionero político
BREVE RACONTO
Para el 2006 yo me hallaba retirado con el grado de Comisario General, hacía 30 años. de la función en Policía Federal, por incapacidad contraída “En y por actos del servicio”. En julio de ese año me llegó una notificación del Juzgado Federal de 1ra. Instancia de San Nicolás, donde yo había sido Jefe de la Delegación entre 1976 al 79, anunciándome la apertura de una causa penal donde resultaba acusado. por violación a los “derechos humanos”, a raíz de un enfrentamiento con delincuentes terroristas
Nombré una defensora, la Dra. Valeria Corbacho y con ella me dirigí a declarar en indagatoria, delante del Juez Villafuerte Russo y el fiscal Juan Murray. Luego de dos horas de declaración, se me dicto la prisión preventiva y domiciliaria encuadrándome en la figura de “autor mediato”. Con la salvedad de no poder retirarme del país ni moverme de mi domicilio sin aviso previo. Así transcurrieron seis años, hasta que el expediente fue elevado a la instancia de juicio oral en Rosario, donde me presenté para iniciar dicho trámite en julio de 2013. Luego de seis meses de juicio, se me dictó la pena de Reclusión Perpetua, con domiciliaria, pese a que no existían testigos ni pruebas de delitos que por supuesto no ocurrieron. Es decir me armaron una causa donde yo inocentemente entré creyendo que la justicia buscaría la verdad y me daría la razón.
Molestos ambos fiscales Murray y la Dra. Saccone, porque no iba la cárcel sino a mi domicilio, recurrieron ante la cámara de Casación objetando la decisión del tribunal de haberme otorgado la prisión domiciliaria. Transcurrido un año, Casasión, hizo lugar al pedido y una noche de julio un piquete de Gendarmería me vino a buscar a mi casa para llevarme a la Prisión de Ezeiza donde estuve por espacio de un año. Para ese entonces y desde el juicio oral yo ya tenía un nuevo abogado en la causa, el rosarino Dr. Gonzalo Miño.
Estas son las cartas que escribí para mi familia y amigos a lo largo de ese duro año en el penal de Ezeiza. Algunas fueron un desahogo, otras querían mostrar de manera pintoresca el lugar y los pormenores de mi vida en el encierro y hubo cartas denunciando la injusticia que no fueron contestadas.
A raíz de la evidente y acentuada precariedad de mi salud, que se fue deteriorando con el encierro, el Juez de sentencia Dr. Di Gerónimo, me visitó en el penal y al ver el estado en que me encontraba volvió a dictar mi prisión domiciliaria. Ahora estoy en mi domicilio. Dios actúa.
20 DE AGOSTO DE 2014
Tenía terror de que me sacaran de casa y me llevaran a un presidio. La sola idea de cumplir mi condena a prisión perpetua y morir allí me producía un estado de angustiante alienación.
Una opresión a nivel cordial que yo disimulaba bajo una permanente sonrisa, ayudado por un increíble ánimo y mi Fe que se mantuvo inquebrantable.
Pero llego el momento tan temido. Una noche de Julio, a punto de terminar una cena con un matrimonio amigo, imprevistamente un fuerte timbrazo nos puso en presencia de un grupo de gendarmes que orden en mano manifestaron que debían trasladarme a la cárcel de Ezeiza.
En contados minutos, luego que mi esposa me armara una valija y un bolso con ropa y efectos personales y tras darles a todos un abrazo y un beso de despedida, me vi sentando en una camioneta que partió rauda; primero a Campo de Mayo y luego a la Unidad N°31,(para adultos mayores) denominada Nuestra Sra. Del Rosario de San Nicolás en el complejo penitenciario Ezeiza.
Después de una minuciosa requisa y los trámites de rigor, guiado por dos guardias me orientaron al fondo de un largo pasillo.
Cuando escuche detrás de mí el fuerte golpe de una puerta de hierro que se cerraba me sobresalte como aquel que se despierta de una pesadilla. Estaba irremisiblemente preso.
Mi futuro ámbito de vida era una amplia sala, donde se alineaban unas quince camas de madera. Eran las 2 de la mañana, el lugar estaba alumbrado por una tenue luz. Todos dormían. Me asignaron una litera libre donde extendí, como al descuido, un par de sabanas y una frazada que me proveyeron y me tire a dormir. Pero ello fue imposible. El estado de angustia que me había provocado el súbito cambio de hábitat, me provocó una alza de presión. A ello debió sumarse el horroroso ruido de un calefactor gigante que colgaba casi sobre mi lecho y el onomatopéyico concierto de los otros presos. Todo ello hizo que permaneciera en vela hasta la salida del sol.
Antes que todos despertaran, yo ya había ido al baño, estaba acicalado y vestido.
No bien la población fue tomando cuenta de mi presencia vinieron a saludarme y ofrecerme su ayuda.
Conocía solo a uno. Un oficial joven de mi fuerza. El resto eran miembros de las tres Fuerzas Armadas.
Mas luego se corrió en los demás pabellones la noticia de mi llegada, algunos eran viejos camaradas, otros militares que conocía.
Todos vinieron a saludarme y solidarizarse con mi situación.
Pronto tuve que ponerme al día con las costumbres que exige la convivencia; horarios, códigos, restricciones y “bondades” del sistema penitenciario.
El trato con el personal carcelario era excelente. Cordial. La comida (yo elegí dieta) no presenta mayores objeciones, como así tampoco admitía pretensiones. Un solo plato por almuerzo o cena, frutas y dulce de membrillo. Pronto comenzó mi desfile por el medico clínico y las dos psicólogas que, al no lograr encasillarme, me derivaron a la psiquiatra, la Dra. Fonrouge quien, al contarle los pormenores de la injusticia que estaba sufriendo comprendió conmovidamente mi situación y se comprometió a aliviar mi estado.
Varias veces me propusieron pasarme a otro sector de celdas individuales para mayor intimidad. Pero deseche el ofrecimiento y preferí seguir en el “Barrio Chino”.
La heterogénea población de este pabellón 19 es casi fellinesca.
Un oficial de caballería, con la columna deshecha se traslada en silla de ruedas o tarda media hora en hacer cinco metros caminando dificultosamente. A un jefe Naval le falta una pierna y practica todos los malabares para quitarse y ponerse la prótesis frente al lugar que habito. Algunos hablan mucho y fuerte. Otros permanecen el mayor tiempo callados o recostados en sus camas.
En ciertas horas del día se nos permite pasear o correr por un amplio campito aledaño. Siempre bajo la mirada vigilante y aburrida de algunos carceleros.
Todos los días a la hora 17.00, un grupo de oración, dirigido por un general (Cabanillas) que es Ministro de Eucaristía, se reúne en la sala de visitas para rezar y recibir comunión.
Los martes se reza el Rosario y un capellán oficia misa. Por supuesto los días de visita –lunes y jueves- llegan familiares y amigos con docenas y docenas de medialunas. Sólo Ceferino y Ale me traen de Tandil picadas y quesos.
Los sábados y domingos, de 9 a 12 viene mi esposa Kitty y dedico toda la visita a su atención.
Todos los días camino un poco, leo, escucho la radio, rezo y tomo mate.
Hasta ahora no me ha sido tan gravosa la estadía.
Espero que no se transforme en costumbre o resignación.
Me visitó mi abogada Valeria. Como siempre peleamos un poco. Me retó diciéndome “deje de hacerse el San Martin”, me dejó un rosario y se fue. No volvió más.
10 DE AGOSTO DE 2014
CARTA A ESTELA BARNES DE CARLOTTO (no valió la pena enviarla)
A la señora Estela Barnes de Carlotto, Presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo:
Por la presente quiero hacerle llegar mi beneplácito por la labor de localización y recuperación de niños secuestrados ilegalmente durante el pasado gobierno militar.
Ello habla claramente de su noble afán humanitario en pro de lograr lo que determinan las leyes acerca de los derechos de las personas y su identidad.
Es en base a dicha labor que me permito remitirme a su persona con objeto de efectuarle la siguiente reflexión: Como Ud. Habrá tenido conocimiento, en noviembre de 1976, se produjo en una finca de la ciudad de San Nicolás (P.B.A.), un enfrentamiento armado, entre miembros de la agrupación autodenominada “Montoneros” y Fuerzas legales que actuaron bajo conocimiento del Juez Federal y conducción y órdenes militares. Yo era para ese tiempo Jefe de la Delegación de la Policía Federal.
Finalizado el enfrentamiento, luego que lo hiciera el personal militar, penetré en la mencionada vivienda donde pude ver los resultados del conmocionante hecho, el cual derivó en: una pareja de adultos suicidada, dos menores fallecidos (hijos de la pareja) quienes al quedar encerrados por una larga hora, por sus progenitores, en un pequeño placar, quedaron expuestos a los nocivos gases de una hoguera, donde los militantes quemaron abundante documentación. Sumado a ello, una mujer (Ana del Carmen Granada” resultó abatida al intentar al intentar huir mientras hacía fuego contra el personal interventor con un arma larga.
Una vez en el interior de la vivienda me dirigí a una de las habitaciones, donde ,entro de un placar, hallé a un niño de unos cinco meses de edad, envuelto en pañales, que permanecía tranquilo y con vida acostado en un pequeño moisés. De inmediato cargué al niño en mis brazos y lo trasladé al exterior donde se lo entregué al médico de una ambulancia para ser llevado y atendido en el Hospital San José.
Sintetizando: el niño fue recuperado, sano y salvo, pero como el documento que tenía entre sus ropas, estaba a nombre de otra persona resultó imposible localizar a sus familiares.
De todo ello di cuenta al Juez Federal, quién además de ordenar la confección de un sumario de prevención, dispuso que el pequeño fuera puesto a disposición del Juez de Menores quién posteriormente le designó una familia en tenencia hasta tanto se ubicara a su verdadera familia.
Concluyendo. Si quienes han sustraído un bebe tienen por dicho delito una pena grave ¿Quiénes hemos cumplido con nuestro deber de acuerdo a las leyes, merecemos la misma condena?
Quién le quitó la identidad a Manuel Goncalvez, no fue nadie ajeno al mismo, sino su propia madre, que le proveyó de un documento apócrifo y no registró sus datos en ninguna dependencia oficial.
Me mueve escribirle esta carta, lograr que en su buen entendimiento, reconozca que hombres de familia como yo con cuatro hijos, siete nietos y una biznieta, que se vieron envueltos en las dolorosas vivencias de un enfrentamiento entre argentinos, habiendo procedido de acuerdo a las leyes, estemos condenados injustamente con penas infamantes de por vida.
Aguardando su valiosa opinión, la saluda Atte.
Jorge Muñoz
Comisario General (r) Policía Federal Argentina
1 DE SEPTIEMBRE DE 2014
A mis hijos Silvina, Ceferino, Nicolás y María Victoria
¿Mi padre preso? ¡Qué vergüenza! ¿Por delitos de lesa humanidad? ¡Qué horror! Lamento por ustedes este mal trago que nos da el destino. En cuanto a mí, ni vergüenza ni horror. Tengo muy claro en mi conciencia la sólida convicción de que he cumplido con mi deber.
Sé que un día, no muy lejano seré reivindicado de tanta injusticia y de tanta venganza.
Sepan también que más allá del desarraigo familiar, yo me siento honrado de estar cumpliendo cárcel junto a hombres patriotas que se jugaron para impedir que Argentina cayera en manos de estos desalmados. Estoy orgulloso de que el enemigo marxista me reconozca como uno de sus más tenaces opositores. Triste hubiera sido que después de esta cruenta lucha no hubiera figurado como uno de los tantos soldados que combatieron contra el comunismo ateo.
El haber caído en manos del enemigo, aún después de haber ganado la batalla, es una de las tantas contingencias que debe aceptar un combatiente.
Muertos ya todos mis camaradas, con quienes compartí la misma trinchera, quedo solo yo para dar testimonio de los ideales que nos impulsaron a enfrentar la delincuencia terrorista. Sé que todos están, dentro de su aflicción, trabajando y rezando, para que este pequeño calvario se termine. Aguardo con paciencia y humildad el destino que Dios disponga. Ustedes se han forjado en una familia que pese a las dificultades se ha mantenido unida. Eso los ha hecho más fuertes y los ayudará a soportar con mayor temple las contingencias humanas.
Sigan adelante, sigan rezando, sigan unidos, todas las tormentas pasan: luego sale el sol y llega el milagro.
2 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Hace unos nueve años, me dirigía en auto hacia San Nicolás de los Arroyos para asistir a mi primera declaración ante el juez de garantías. Alcancé a ver desde la ruta la cúpula de la basílica erigida en honor a Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás. En ese momento recordé que en el año 76, residiendo yo en dicha ciudad, en ese campito donde ahora se levantaba la basílica, solo existía una villa miseria llamada “el garrote” por la mala catadura de sus habitantes.
Años después, luego de varios milagros y predicciones atribuidas a la Virgen, ese campito se transformó en un centro de peregrinación donde, fieles devotos, siguieron recibiendo las gracias concedidas por intermedio de nuestra Señora.
Esa visualización hizo surgir dentro de mí un pensamiento espontáneo e incontenible que me animó a decir, para mis adentros: “Señora te nombro mi abogada celestial. Podrán con mi abogada terrenal, podrán conmigo, pero no podrán contigo.”
Pese a todas las dificultades y trampas que me tendieron, siempre tuve la gracia de sentir su presencia junto a mí. La prueba resultó difícil, pero la fuerza que animó mi interior fue superior.
Cuando luego de dos años de la sentencia que estaba cumpliendo en mi domicilio, fui llevado una noche a la cárcel de Ezeiza; no me inmuté, yo mismo me asombré de mi fuerza y serenidad. Cuando me enteré que sería destinado a la Unidad 31 que llevaba el nombre de “Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás”, sentí la alegría de saber que la Señora me acompañaba… Era la Virgen que me hacía un guiño cómplice, como diciendo “Confiá en mí, estas en mi casa.”
El unirme al grupo de oración hizo lo demás. Rezos, rosarios, misas y cánticos, me llevaron a comprender que estoy en un largo retiro espiritual y ello me llevó a cumplir la prueba como una oportunidad necesaria para mi alma.
El 25 de Septiembre, día de la Virgen de San Nicolás, llegó a nuestro pabellón un obsequio inesperado. Una hermosa imagen de la Virgen, de unos 30 cm. de alto, donada por una entidad religiosa de Rosario, para el grupo de oración de presos políticos. Nuevamente la Virgen me hacía una señal, pero esta vez muy fuerte. Me sentí más acompañado que nunca. Ahora comprendo las palabras de Santa Teresa:
Nada te turbe, nada te espante
Todo se pasa. Dios no se muda,
La paciencia todo lo alcanza,
Quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta.
4 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Estoy sentado en un banco en el patiecito del pabellón, donde se lava y seca la ropa. Mientras tomo unos mates, le voy tirando migas para que coman las palomas. Algunas se me acercan confiadas otras, mas temerosas, permanecen alejadas o emprenden un raudo vuelo al menor ademán .Pienso que yo también un día emprenderé el vuelo que me llevará a la libertad. No creo que me quede aquí eternamente comiendo las migajas que me provee la injusta justicia. Dentro de una hora me integraré, como todos los días, al Grupo de Oración, que, por mi iniciativa se ha dado en llamar “Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás”. Allí encuentro paz y alimento mi espíritu. Veo a esos ancianos que llevando 7, 8 o 9 años de encierro, cantando con alegría y no puedo creer que aún dentro de estas celdas de dolor exista tanta Fe, tanta Esperanza. Es un milagro del Espíritu Santo. Aquí nadie se queja de sus dolores. Nadie llora, nadie muestra la aflicción que siente por dentro. Por ello tampoco cae bien que alguien de afuera venga a contarnos sus penurias. Todos tenemos problemas, la cuestión es saber sobrellevarlos con elegancia. Las visitas de familiares y amigos, aparte de sustraernos del tedio habitual, resultan una insoslayable alegría, sin la cual sería mucho más difícil transitar nuestro aislamiento. La rutina de la logística carcelaria me ha alterado mis habituales horarios alimentarios. El almuerzo llega a las tres de la tarde y la cena la traen a las 18,30.Yo hago malabarismos para comer a las 12.00 y cenar a las 20.00. Para ello almaceno en la heladera algunas vituallas que en su momento caliento en un microondas. De no poder hacerlo me conformo con mate, galletitas y una manzana. Hoy me dieron los resultados de los análisis de sangre. Los triglicéridos se salieron de control y el PSA sobrepasó los límites de tolerancia. Era previsible. Este encierro no me sienta bien. Aunque espiritualmente estoy fuerte no puedo contener la procesión que va por dentro y pienso que en algún momento, por algún lado la explosión se va a producir. Que Dios me ayude. ¿Para qué me pidieron la opinión de mi clínico el Dr. Buttazzoni, si al final hacen lo que se les da la gana? Nos llevan y nos traen como si fuéramos muñecos, hemos dejado de ser personas para ser considerados “los malditos represores”. Hace dos semanas murió mi compañero de promoción comisario Marchelli, víctima de la desatención “humana” y de la enorme depresión. El corazón no le aguantó. Bueno no quiero bajonearlos. En mis momentos de oración solitaria o comunitaria, siento que Cristo está conmigo. En oportunidades hago uso de la palabra durante la asamblea litúrgica. El hablar de la oración, el diálogo con Dios, la Adoración y otros temas que entrelazo con vivencias personales parece interesarles muchos y me lo agradecen sinceramente. Posiblemente tendría que haber sido cura, pero Dios en su infinita sabiduría me dio otra misión; o quizá, la Iglesia, que es madre y maestra, se haya liberado de un “catalán” difícil como yo.
10 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Pongo la radio bajita, para escuchar algunos tangos. Me sorprende “La Gayola”, luego “El ciruja”, siguen con “A pan y agua”… solo falta que toquen “El penado 14”.
Apago el aparato, basta de tanta mishiadura,¡ yo no estoy en cana!. Esto es un geriátrico cinco estrellas.
A las cuatro de la madrugada te despierta un guardia para ver si estas vivo… ¡qué atención!
A las siete te prenden todas las luces y parece que estás en un estudio donde van a filmar una película.
La cola para ir al baño es un encuentro social.
Los comentarios son variados: ¡hace tres días que no voy de cuerpo! ¡la falta de bidet es lo que más extraño! ¿Qué tipo de papel usas? Bueno, si tenías algo de recato o de pudor, allí te curas del todo.
En el desayuno la conversación también resulta reiterativa: “anoche no pegue un ojo…”¡como ronca fulano! Ayer el agua de la lluvia llegó hasta debajo de la cama.
Luego cada uno agarra un secador y un trapo y meta lampazo.
En el transcurso de la mañana vienen los requerimientos de rutina: “fulano, fulano y zutano a sacarse sangre para un análisis!” La doctora quiere ver a fulano y, zutan.
Hoy me entregaron la calificación de “conducta”: me saqué un ocho… pienso que si saco menos de cuatro, me fusilan.
Esto me hace acordar la película “La vida es bella”, estoy sumando puntos para recibir un gran premio.
Como la comida llega cerca de las tres, yo, tal como es mi costumbre almuerzo solito a las 12, me arreglo con cualquier menudencia que guardo de la noche anterior. Luego tomo una siesta ¡la gran evasión!
La tarde se me hace un poco larga, pero, gracias a Dios la matizo con el rato de oración, un rosario o una misa. Tengo la” dicha” de ver o escuchar todos los partidos de “fútbol para todos”. A veces alternan con un tontito que juega jueguitos tontos. Otras veces aparece el inefable Tinelli. Es decir, no me pierdo nada de la parafernalia que conforma “el opio del pueblo”
REFLEXIONES DESDE LA PRISIÓN
La hora del silencio ha llegado y con él la meditación, la reflexión, y también, la oración.
Es como un preanuncio de un futuro no lejano, pero desconocido.
Vida, experiencia, prueba, dolor, contricción, pena y perdón.
Estoy viviendo una irrealidad. No soy yo. No estoy aquí. Me evado mentalmente pero todo ello es fugaz, destellos de momentos pasados. Un sueño quizá. Eso ya pasó. Busco una fuerza que creo no tener y la encuentro en lo profundo de mi espíritu. ¿Dónde reside el alma? No lo sé. Solo sé que algo interior me moviliza. Es la substancia pues lo demás es solo materia.
En esos momentos de oración comunitaria o solitaria. Percibo que alguien me está insuflando la fuerza necesaria para continuar. Oigo voces: ¡No aflojes! ¡Paciencia! ¡Esperanza! ¡Aguantá!
Veo el lamentable estado de mis camaradas de cautiverio. Uno de ellos murió prácticamente en mis brazos. Y pienso que soy un privilegiado. Lo mío solo son dolencias de viejo. Me veo frente al mar, sentado en la playa, caminando por su orilla o zambulléndome entre las olas. Ese no es un sueño, es una realidad que va a cumplirse. Aquí la vida transcurre como si el mundo exterior no existiese. Pese a la tele, la radio y los diarios, todos nos hemos fijado una rutina salvadora pues las agujas del reloj parecen amarradas con fuertes cadenas.
Yo por ejemplo, me levanto de madrugada y me aseo mientras todos duermen. Luego vuelvo a acostarme semi-vestido y espero la luz del día para leer mi diurnal. Luego me preparo un mate cocido y me coloco los auriculares para escuchar por radio, noticias o música. Cuando todos se han levantado, yo ya estoy tomando mate, lavando algo de ropa o pasando el lampazo con agua y desinfectante aromático.
Al mediodía llega el almuerzo. Para quienes elegimos dieta, son verduras, arroz con pollo y otras exquisiteces. Todo rociado con agua de la canilla y rematado con una manzana que parece la de caperucita.
De 14 a 17, siesta.
Como todos los días a las 18.00 me reúno con el grupo de oración. Rosario y comunión. Allí cantamos voz en cuello para que nuestros ruegos lleguen al cielo. Los martes hay misa.
Luego de estas prácticas del espíritu, salgo a un campito adjunto al pabellón donde doy varias vueltas, tomando sol y aire. Mientras aguardo la hora de la cena, escucho la radio o converso con algún compañero.
No veo televisión, puro fútbol, Tinelli o cualquier otra pavada. Tampoco integro la mesa de tute que todas las noches funciona de 21 a 23.
En esas horas me refugio en la lectura hasta que se apagan las luces principales y solo quedan prendidas las luminarias del baño.
Aquí hay computadoras (sin salida al exterior) pero para mí es como si no existieran. Algunos concurren a clase de gimnasia y otros juegan ping-pong .Me he dejado crecer la barba. Algunos dicen que me queda bien. Yo me siento como un cactus con patas o más bien esos enanos de jardín que farol en mano tienen una barba hasta los pies.
Si este es un retiro al que me mandó el Señor para purificar mi alma y mi cuerpo les aseguro que dio en la tecla.
Tengo entre las hojas de mi breviario una estampa que lo dice todo: “Cristo de la humildad y la paciencia.” Es una imagen tremenda de un cristo sentado sobre una piedra que muestra un gran dolor y ruega misericordia. Coronado de espinas, sosteniendo su cabeza dolorida con la mano derecha, pide clemencia con su izquierda apoyada en su rodilla lacerada. Este es mi Cristo. Esta es mi Fe.
12 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Esto se hace largo. Primero fue el clínico, luego las psicólogas, ahora ya estoy en psiquiatría. Pronto vendrá el chaleco: atrapado sin salida.
El día 26 me harán una tomografía del cerebro, no van a ver nada normal, ya hace tiempo que perdí la chaveta. Luego me verá el neurólogo. Tampoco nada de que asombrarse. Perdí varias neuronas y algunos cables están desconectados, a todo ello habrá que sumarle que una parte del cerebro está vacía, deberá corresponder a la que me permitía tocar el piano, la guitarra y saber algo de matemáticas.
Ahora todo ese informe volverá (vía administrativa) a manos de la psiquiatra del penal, la cual (vía administrativa) enviará sus conclusiones al tribunal de Rosario, que es el que dispuso que la sentencia se cumpliera en domiciliaria.
El tribunal rosarino, luego de evaluar los exámenes de los Peritos Forenses, se tomará sus tiempos judiciales para elevar sus considerandos a la Cámara de Casación, la cual al no tener límite de tiempo para expedirse puede ser que en el término de seis meses se pronuncie.
Todo este trámite podría haberse cumplido sin haber modificado mi condición domiciliaria. Pero no, la ley debe mostrarse dura e inflexible en estos casos y Chiche debe probar el sabor de la cárcel.
Ya me veo armando el árbol de navidad con una planta roñosa que arrancaremos del jardín y al llegar las 12 rodeado de todos los represores cantaremos a coro una canción en honor a la benevolencia de la señora presidente (ironía)
Yo ya no creo que el Papa, la Iglesia, lo políticos y menos la “justicia” hagan algo serio para que finalice este calvario.
Siento vergüenza al quejarme al ver que mis compañeros de cautiverio llevan dentro de estas paredes un promedio de 8 años.
La culpa es mía, en un país de llanura no hay que asomar la cabeza. Pero en fin, en total me quitaron (en el peor de los casos) la dicha de compartir con mi familia los pocos años que me quedan por vivir.
Si todo esto llegara a revertirse solo será obra de la Divina Providencia. Solo Dios puede llegar a doblegar tanta maldad, tanta venganza, tanto odio.
Creo que son felices aquellos que ya partieron y se privaron de tanta humillación.
Han muerto mis oficiales, mis sub-oficiales, el ahijado de Kitty, mi jefe, y su señora entre otros. Solo quedé yo como testigo de muchos valerosos mártires.
Por eso le pido a Dios me dé fuerza para soportar tanta iniquidad.
13 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Llego la hora de los recuerdos, o de la nostalgia, no se…
Hay varias formas de evadirse, una es la material (saltar la pared), pero no es lo mío. Otra es la evasión mental y la tercera abandonarse física y mentalmente hasta que te lleven con las patas para adelante.
Yo elegí la segunda.
Mientras tomo unos mates o escucho música, comienzan a pasar por mi mente los recuerdos gratos. Me veo paseando por las playas de Punta Mogotes junto a Rodolfo, en una larga caminata que iba desde el balneario 1 hasta el espigón del puerto. En la recorrida amenizada con chapoteos y zambullidas íbamos desgranando comentarios. Algunos banales otros íntimos. Dos amigos, pensando en lo trascendente y también en la comida que iríamos a deglutir en la cena.
Recuerdo las reuniones con amigos, Betty, Arturo, Oscar, Mirta y también a Marta y Juanito a quien todavía me parece oírlo cantar “La viajera perdida” en esa última cena.
Me parece también ver llegar a Olga trayendo en una fuente algún plato preferido con alguno de sus consabidos postres. Otros amigos, como, José y Claudia; el “mono” Gutierrez; Momo y su hijo Gastón; Coco y Marta y mi viejo camarada Osvaldo Pecci; el capitán de navío Carlos Pita, Veterano de Malvinas, están aquí presentes con su ánimo permanente y su solidaridad. En cuanto a mi familia Silvina, Ceferino, Nico y Pepa, Ale y Cecilia, Gustavo, Santiago; hijos, nueras, mis consuegros, yernos, nietos y biznieta que me llenan de orgullo. Ninguno aflojó en esta prueba. Por el contrario se pusieron a trabajar aportando su grano de arena para tratar de aliviar mi situación.
Pese a que mi primo Raúl nos dejó, los otros dos Hermes y Edgardo siguen unidos rezando y actuando firmes para aliviar mi situación, esperando mi libertad.
Mi esposa Kitty se ha tenido que multiplicar trabajando, atendiendo la casa, haciendo mil trámites y visitando a los amigos enfermos… menuda tarea, con la ayuda de Maribel.
Ahora cuando llega la noche, ella también está sola pensando en mí como yo pienso en ella. Siempre la veo joven, sonriente y esperanzada. Joven y hermosa como la conocí, permanentemente viene a mi recuerdo ese primer beso que le robé junto a un portal misterioso a la sombra de la noche en una calle solitaria del parque Centenario.
Hoy siete nietos y una bisnieta giran alrededor mío como si fuera un papá Noel. Algunos están conscientes de la situación, otros por su escasa edad, toman esto como un juego. Y es bueno que así sea. No puedo dejar de pensar en el Gaucho Miranda, mi suegro, con él mateábamos, charlábamos de tiempos pasados, siempre amenizando los asados con su voz y su guitarra. Su hija Paola y su esposo Mariano pese a la distancia están junto a nosotros.
No quiero distraerlos más, como dijo el poeta: “confieso que he vivido” y como sentenció el bailarín Copes: “quien me quita lo bailado”. Chau, hasta la próxima.
P.D.: no quiero dejar de lado en este breve recordatorio a mis amigos el Capi y Cristina que siempre están presentes en mi corazón. Tampoco puedo olvidar el mal momento que pasaron Gloria y Vladimir junto con quien estábamos cenando cuando vinieron los gendarmes para llevarme al penal. Mientras Vladimir se agarraba la cabeza, pues no lo podía creer y Gloria ayudaba a preparar la valija yo aproveche y me tomé de un trago la última copa de vino… lo demás ya lo saben.
3 DE OCTUBRE DE 2014
Hoy tuvimos Adoración del Santísimo, media hora de silencio para conversar con Dios. En esos momentos tenemos línea directa sin interferencias.
Es una gracia incomparable. Todo lo exterior no nos perturba, me siento liviano, ágil, no hay dolores, casi podría decirse que floto sin pisar la tierra. La mente me lleva a lugares desconocidos, placenteros, y de profunda piedad.
Es notable como en este lugar, que para muchos pueda parecer tétrico, uno encuentra la paz que en el exterior a veces no halla.
Uno se da cuenta de lo superfluo de las cosas del vivir. Todo adquiere una real dimensión. Un vaso de agua se disfruta como el más rico de los champagnes. Un simple guiso nos sabe a la más sofisticada de las comidas.
Pocas cosas me hacen falta para vivir, de lo poco que tengo la mayoría me sobra o me estorba.
Veo a mis compañeros caminando por los pasillos, siempre sonrientes, generalmente atentos y de buen humor.
Más allá de las controversias humanas-¿Dónde no las hay en una comunidad?- presiento que estamos protegidos por un espíritu especial.
La comunión diaria es nuestro alimento. La deseamos más que el mejor de los manjares.
Es verdad que también queremos estar con nuestras familias, pero de seguro añoraremos este estado de gracia especial, que nos enfrenta con la realidad trascendente de la existencia y nos prepara para el tramo final del peregrinaje por este valle plagado de alturas y también de depresiones.
Nota: no todos los que andan por los pasillos lo hacen caminando. Algunos transitan en sillas de ruedas, otros con muletas o con una sola pierna. También están aquellos que con una venda ocultan un pedazo de cara carcomida por el cáncer.
Es muy difícil aflojar con el ejemplo que dan estos hombres. Parecen viejos leones enjaulados. Si son viejos, pero siguen siendo leones.
Carta a una monja Orante Asuncionista
Querida Hermana Teresita:
Gracias por tu preciada carta. Luego que la semana pasada fui sometido a un calvario que llama “Evaluación de Peritos Forenses” para establecer mi estado psicofísico, yo también, luego de pasar numerosas “estaciones”. Al final pedí agua, pues estaba en ayuno y tenía sed. De mala fe, con fastidio, me dieron a beber el vinagre de los desfallecientes.
No sé qué más le puedo ofrecer a Dios para purgar mis innumerables pecados.
Estoy listo y con el equipaje liviano, listo para quedarme en este encierro o para partir a donde Dios disponga.
Aunque leo habitualmente la Biblia, me hizo bien, siguiendo tu consejo, releer las lecturas que me recomendaste. Me hicieron sentir muy bien, especialmente el Salmo 26 y la Carta a los Filipenses.
De todas maneras en la aceptación de mi estado, te agradezco a vos y a las hermanas las fuertes oraciones aplicadas a resolver mi situación y las de mis camaradas.
Te dejo un fuerte abrazo en Xto.